domingo, 11 de octubre de 2015

Old habits die hard !!

Arriesgar. Insistir. ¿Para qué insistir? Hace frío y el motor del micro hace demasiado ruido. Escribo para excusarme de que no tengo respuestas, y sé que no las hay. No hay un para qué, no hay un fin. O al menos hoy no lo puedo ver. Julito escribió que un puente no se sostiene de un solo lado, y estoy cansada de tirar ladrillos cuando en frente sólo veo hilos. Qué paradoja en medio de construcciones y destrucciones...
Donde antes escuchaba un vamos, ahora hay un voy, y reconozco en ese cambio la reacción no buscada con mi acción. Hago un mea culpa y cito a Gustavo: tal vez me lo busqué, mi ego va a estallar ahí donde no estás, oh... los celos otra vez. Eso es triste: reconocer el cercenamiento inconsciente a tus extremidades que hoy no son alas, sino manos terrenales. Por miedo. Terrible y aún más triste. ¿Por qué miedo? ¿Miedo de qué? ¿De perder algo? Crónica de una pérdida anunciada: cómo perder algo que no es mío y jamás lo será.
Ese maldito afán de aferrarse a lo que te hace sentir mágica, especial, distinta. Es difícil usar la receta de Frida porque tener al amante o compañero que te mire y trate como si fueras de otro mundo siempre obnubila al principio y no dura. Como la magia, parece ser efímero... Lamentablemente es algo que no voy a querer aceptar jamás. No todo lo que brilla es oro.
Y nadie puede decir que me rendí, no soy de las que piensan como Cordera. Aunque haya pasado mi hora, no dejaría que me pase eso de tener el deseo de cambiar a toda una familia por un segundNO, porque ya hubiera ido en su búsqueda antes. Porque lo lindo y emocionante del amor radica ahí: la magia, la búsqueda, arriesgarse y no abandonar, no claudicar, no rendirse jamás. ¿Pero si se lucha en pos de una idea ya trunca? ¿Si se sabe con certeza y no se quiere ver?
No todos son para una, ni una para todos aunque se use esa frase para demostrar acompañamiento. JA, lo que faltaba! O sobraba de un lado del puente. Sobrar, que no es lo mismo que alcanzar. Lo que se da por demás no es -siempre- bueno. Me atrevería a decir que es casi malo. Porque acostumbra. Y me acostumbré a subestimarme, a justificar todo -o casi-, a contentarme con poco, con casi nada, con nada... Con menos de lo que yo creía necesario. Y ESO, es suficientemente poco.
Mis letras está rotas, están pariendo un corazón con mucha tristeza y desazón. Rima.
Porque di, y di, y di. Caminé, viajé, pensé, canté, consolé, apuntalé, sostuve, demostré, ilusioné (y me ilusioné), acompañé.
Me quedo a mitad de camino y no por ganas, sino por falta de respuestas. Es difícil, pero hay que aceptar cuando el carro no acomoda los melones. Duele, pero es necesario para futuras bases y puntos de partida propios y especialmente ajenos.
No me voy vacía, me vuelvo a la terminal de mi ciudad con historias de este viaje, borradores divertidos, excentricidades, locura (mucha locura) y especialmente esperanza, confirmando que la vida de pueblo es más libre y linda o al menos eso reinaba en el ambiente. Unión, hermandad de ideas, sueños, lucha, proyectos. Esperanza. Ganas, muchas, enloquecidas ganas de cambiar, aunque sólo sea la política. Qué manera curiosa de recordar tiene uno... A la gente le gusta arreglarse la cabeza seguido, ¿por qué no el corazón? Es duro pero necesario. A nadie le gusta sentir el cemento frío contra la frente, por eso cuesta aprenderlo y aprehenderlo.
Cuando el otro no está acostumbrado a las verdades, a enfrentarse emocionalmente consigo mismo, duele. No soy pionera en contarte esto, y estoy convencida tampoco la última. Porque ese afán de no ceder, ni intentar modificar para satisfacción del que está enfrente es egoísta. Es justificar el desinterés y bastarse a sí mismo con su propia personalidad cuando el debate es la actitud y no la personalidad. ¡Ni se diga la edad! Si con sólo dos décadas no se puede dar al otro, con más estamos muertos. Imposibilidad de decodificar las señales como resultado de un problema de empatía. Pero si además de no poderse no se quiere, los problemas son más de dos. Porque lo que importa, son las ganas, y si no existen no hay nada, por más buenas intenciones o te quieros. Palabrerío efímero y volátil.
Y yo cual ilusa me empecino en remar cuando este río no desemboca en ninguna parte. Y no puedo aguantar, ni quiero. Aunque me niegue a ver.
Bajo y ya es de noche. Sigue haciendo frío y lloro como si no hubiera un mañana caminando carpeta en mano y mochila al hombro.
Hoy el cielo es gris. 
Mañana, es mejor.

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